domingo, 24 de noviembre de 2013
He vuelto!
Ayer fue un día memorable. Mi querida y bien ponderada amiga Conipino cumplió 22 años el 22 del 11 (la mitad de 22), justo el mismo día en que el Internetes cumplió 44 años (el doble de 22), también el 22 yo estoy de cumpleaños, pero esa wea fue hace como 3 meses atrás y recuerdo que tiramos la casa por la ventana; también es el día que está de cumpleaños la Kari, pero en Abril, y un 22 es además nuestro aniversario, pero en Enero; el número 22 también es explicativo en sí, ya que 22 es decir 2 veces 2, dato estúpido e irrelevante. Pero lo más importante de todo el 22, sobre todo el de ayer, es que el miembro más importante de este espacio (o sea yo), volvió a las viejas andanzas: Apagones de tele con cuática.
Si, ese mismo Daniel que era célebre por aquél período 2009-2010 (años en el que este espacio también estaba en su punto más álgido y antes de que se llenara de bots) revivió desde lo más recóndito del ser e hizo de las suyas en una calurosa noche de Noviembre. La historia detallada más a fondo se encuentra después del salto.

SALTO          
         
Hacía un calor de mierda, yo echado en la cerámica del baño tratando de capear el care gallo cuando mi polola me da un recado, el que me recordaba que hoy celebraría el cumple de la Pino en el Juan XXIII a las 18 horas GTM -4:00. Para ser sincero, no tenía ganas de ir sabiendo que a esa hora el calor iba a seguir dañando mi cutis, pero bueh, no podía fallarle a la Pino. Así que tomé todo mi humanidad y me metí a la ducha, esperando poder así sacarme el piñen y el “viejaculiaismo” que imperaba en ese momento. Agarré mi mochila, la 3DS para sacarle unas moneitas al caminar, eché una chomba y partí en la bici camino a la perdición.

Cuento corto: Luego de putear a algunos taxistas y tocarle la sirenita a las viejas que paseaban a sus perros en la ciclovía, llegué a los míticos sectores de Juan Moya. Cuanto sabe Juan Moya y la casa del Manu. Pasé por adentro del parque, vi a la manga de neo hippie punks que proliferan en Ñuñoa echados tomando y fumando discutiendo sobre la baja cantidad de votantes, para finalmente llegar donde mis amigos.

Cuento corto II: Tomé, si, tomé. Lo suficiente como para estar ad-hoc en una situación de celebración, jolgorio, alegría, chupadas de sobacos, música para disimular el culión que se pegaba el vecino, entre otras cosas. El punto es que mágicamente la hora pasó volando y nos fuimos al patio, llegó más alcohol (el que se reproducía como conejo por culpa de las promos de Báltica), llegaron los infaltables combos, llegaron las minas llegó más gente, y todo siguió su natural curso hasta la hora de irme a casa.

Recuerdo que apañé a Panchito y M. Sebastián a Macul/Grecia a tomar la micro, para luego subirme en mi bicicleta, cerrar los ojos mientras esperaba la verde del semáforo de la esquina, y abrirlos porque sentía que el perro me chupaba la cara mientras yo yacía en el suelo. DA FUCK! “Estoy en los cielos?” Fue lo primero que dije al ver al perro tan contento al verme, mientras mis zapatos estaban tirados en la puerta de la entrada, la mochila en el pasillo y yo postrado en la alfombra. Salté despavorido del suelo, agarré las llaves y caí rodando bajé corriendo las escaleras hacia el estacionamiento de bicis del depto. VOILA! La bici estaba estacionada, bien parada y con el candado puesto! Subí, me senté en el sillón y con el mayor de mi esfuerzo mental, trate de hacer memoria… Nada. No recordaba como llegué ni lo que hice. COMO MIERDA LLEGUE A LA CASA! Por los acontecimiento que procedieron, llegué a pensar que de verdad estaba muerto: EL perro me hizo gracia, mi hermana se levantó y me dijo que dejé el baño con el neuro flotando sin tirar sucio pero no me retó por ello (sabiendo que ella odia que le ensucie el baño), mi papá se dio cuenta de que mi pieza lleva 3 semanas 1 día sin que la ordene, me ofreció un pancito de esos Daily Fresh que a mí me encantan, me invitaron a un asado y me salió un Scyther Adamant de 5IV (?). Era el cielo, todo lo bueno estaba pasando de manera espectacular.

La promo de la discordia.

A modo de termino. Hasta ahora, solo he podido recordar 3 cosas: Yo tocando todos los timbres de Av. Larraín (algo nuevo en mí), haber arrastrado un basurero a mitad de Av. Irarrazabal porque me miró feo (Si, un receptáculo de plástico puede mirar con malas intenciones a un ebrio ciclista) y a mi mismo a la entrada del depto diciéndome “No escribas esto, porque te van a retar”.


Good night, good fight!